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Un estudio de la Universidad de Tel Aviv revela que las plantas en estado de estrés "gritan" con sonidos imperceptibles al oído humano, y que ciertos animales modifican su comportamiento en respuesta.
CIENCIA Y AMBIENTE21/07/2025
ecovida ambiente
Un equipo de investigadores de la Universidad de Tel Aviv descubrió que las plantas no solo reaccionan al ambiente que las rodea, sino que también emiten sonidos cuando están bajo estrés, como la deshidratación o una enfermedad. Aunque estos sonidos son inaudibles para los humanos, sí pueden ser captados por insectos, murciélagos y algunos mamíferos. Y lo más sorprendente: los animales responden a estas señales.
La evidencia más concreta hasta el momento surgió de un experimento con polillas hembra, que suelen poner sus huevos en plantas de tomate. Los investigadores detectaron que estos insectos evitaban depositarlos en ejemplares que estaban emitiendo sonidos asociados al estrés, como la falta de agua. Esos ruidos, aunque imperceptibles para nosotros, serían interpretados por las polillas como un signo de advertencia: la planta podría no ser capaz de alimentar a las larvas.
“Es la primera vez que se demuestra que un animal responde a los sonidos emitidos por una planta”, señaló el profesor Yossi Yovel, uno de los autores del estudio. “Por ahora es una hipótesis, pero creemos que muchos otros animales también podrían estar tomando decisiones a partir de estos sonidos: desde polinizar una flor hasta evitar comérsela”.
El fenómeno abre un nuevo campo en la ciencia: el de la ecología acústica vegetal. Ya en 2021, el mismo equipo de Tel Aviv había demostrado que las plantas producen chasquidos ultrasónicos cuando se encuentran en condiciones adversas. Ahora, con esta nueva investigación, se sugiere que esos sonidos tienen efectos concretos en el comportamiento animal, lo que podría indicar la existencia de un ecosistema sonoro completamente desconocido.
“La idea de que las plantas puedan intercambiar información entre sí, o incluso con los animales, mediante el sonido, nos lleva a repensar la forma en que concebimos los vínculos ecológicos”, sostuvo la profesora Lilach Hadany, coautora del trabajo. Según Hadany, incluso podría darse que una planta, al percibir el "grito" de otra vecina, modifique su metabolismo para adaptarse, como conservar agua en tiempos de sequía.
Los científicos aclaran que las plantas no tienen conciencia, ni intención de comunicarse. Los sonidos se generan por efectos físicos: contracciones internas, movimientos de fluidos o rompimiento de células. Pero lo que destaca el estudio es que estos sonidos podrían ser funcionales, tanto para otros seres vivos como para las propias plantas.
Si los animales evolucionaron para percibir estos sonidos —y si las plantas obtienen alguna ventaja evolutiva al emitirlos—, entonces podríamos estar frente a un caso de coevolución acústica: una forma primitiva pero efectiva de comunicación interespecies.
“El universo sonoro de la naturaleza es mucho más vasto de lo que suponíamos”, concluye el profesor Yovel. “Apenas estamos abriendo la puerta a un mundo silencioso que, de algún modo, siempre estuvo hablándonos”.
Fuente: Universidad de Tel Aviv, estudio dirigido por el Prof. Yossi Yovel y la Prof. Lilach Hadany.



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