Una mujer tlahuica, no un monje, yace bajo el Palacio de Cortés

En los últimos trabajos de restauración del antiguo Palacio de Cortés en Cuernavaca (Morelos), investigadores del INAH revelaron que el esqueleto exhibido durante décadas bajo una ventana arqueológica no era un fraile español, sino los restos de una mujer indígena tlahuica prehispánica. El hallazgo corrige un error histórico de más de 50 años y realza el valor ancestral del sitio.

CIENCIA Y AMBIENTE20/05/2025ecovida ambienteecovida ambiente
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Un hallazgo inesperado

 El Palacio de Cortés de Cuernavaca (Morelos), antigua residencia de Hernán Cortés, se convirtió hace poco en escenario de un descubrimiento arqueológico que reescribe la historia local. Durante más de medio siglo el público contemplaba, a través de una vitrina interior del museo, lo que se creía la tumba de Juan Leyva, un monje franciscano que sirvió a la marquesa Juana de Zúñiga, esposa de Cortés.  Sin embargo, en la restauración posterior al terremoto del 19 de septiembre de 2017, especialistas del INAH determinaron que esos huesos pertenecen en realidad a una mujer indígena tlahuica.

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Esta revelación surgió al dictaminar el estado de conservación del enterramiento durante las obras de reconstrucción: el antiguo Palacio de Cortés fue transformado en el actual Museo Regional de los Pueblos de Morelos, oportunidad que incluyó revisar la historia física de sus hallazgos. Al concluir el estudio, la etiqueta original se reemplazó con una nueva que identifica el entierro como el de una “Mujer tlahuica”.

Análisis antropológico

El examen detallado del esqueleto reveló rasgos inequívocamente femeninos: el cráneo mostraba rasgos menudos y la pelvis era claramente de mujer, por lo que pudo descartarse la hipótesis del fraile. Los antropólogos físicos calcularon que la mujer tenía entre 30 y 40 años al morir, basándose en el desgaste de sus dientes y la fusión de suturas craneales. A pesar de la vieja etiqueta que mencionaba “vértebras deformadas”, no se hallaron enfermedades óseas graves; sólo una ligera modificación intencional del cráneo, práctica frecuente en grupos prehispánicos como los tlahuicas.

La posición del cuerpo también fue clave para reinterpretar el entierro. El cadáver fue colocado de lado, con el brazo flexionado sobre el pecho, y sepultado en un hoyo relleno de piedras grandes. Este estilo coincide con las costumbres funerarias prehispánicas de Cuauhnáhuac (antiguo nombre de Cuernavaca), especialmente al final del período clásico reciente (1450-1500 d.C.), cuando se sellaban espacios ceremoniales sin acompañar ofrendas consigo. En efecto, el análisis de contexto sugiere que el entierro fue una ofrenda de clausura de esa época tardía: no se encontraron objetos personales asociados y la ubicación, frente al acceso norte del palacio, parece haber servido para “sellar el espacio” de cobro de tributos del antiguo señorío local.

Junto a la mujer se hallaron además fragmentos óseos de por lo menos otros dos individuos: los expertos registraron restos dispersos de un infante y un niño subadulto asociados al mismo entierro. También apareció el húmero de un venado adulto quemado, quizás usado como herramienta ritual. Este conjunto sugiere un entierro colectivo u ofrenda familiar. Los antropólogos del INAH destacaron que un próximo estudio de ADN podría aclarar si los niños eran parientes de la mujer.

Corrección de un error histórico

La nueva información rompe con la placa original que acompañó este hallazgo. Durante años, el texto oficial en la ventana arqueológica rezaba: “Entierro encontrado in situ de un hombre con las vértebras deformadas. Tradicionalmente se afirma que podría tratarse del monje Juan Leyva…”. Esa atribución se basaba en referencias arquitectónicas y documentales: en el lugar se halló una jamba decorada con una flor de cuatro pétalos, rasgo del último cuarto del siglo XVI, y las fuentes describían que Leyva había servido a la marquesa Juana de Zúñiga, esposa de Cortés, quien vivió en ese palacio. También desconcertaba a los antiguos investigadores que un fraile fuera enterrado fuera de su convento. De hecho, el primer arqueólogo del sitio, Jorge Angulo, ya había sugerido décadas atrás que “si a un clérigo lo enterraron fuera de su comunidad, y en una forma no católica, tal vez se trate de un entierro indígena”.

Con el análisis actual se completa la corrección: el INAH reabrió la ventana arqueológica y cambió la placa por una que identifica correctamente al personaje como mujer indígena. Asimismo, la Secretaría de Cultura informa que todo el proceso forma parte de un plan de conservación integral: la revisión del esqueleto se sumó a la renovación general del Palacio de Cortés, convertido ahora en el Museo Regional de los Pueblos de Morelos. La arqueología corrigió así un relato equivocado y cumplió con su misión de preservar el patrimonio biológico de los antepasados, como reconoce la propia institución.

Significado cultural y legado

Este hallazgo tiene alcance simbólico para la historia nacional. Reforzar la identidad indígena en el Palacio de Cortés —símbolo emblemático de la Conquista española— pone de relieve la continuidad de las tradiciones locales más allá de la llegada de los españoles. Como señala el INAH, identificar a la mujer tlahuica subraya la presencia y el papel clave de este pueblo nativo de Morelos en la época prehispánica, un hecho que enriquece la narrativa histórica regiona. Además, invita a reconstruir la vida cotidiana y el rol de esa mujer en su comunidad: las preguntas sobre quién era, qué misión cumplió o por qué la enterraron junto a niños, quedan abiertas para futuras investigaciones.

Por ahora, el reposo silencioso de la mujer tlahuica sirve como recordatorio de que cada hueso antiguo encierra una historia humana. Gracias al minucioso trabajo arqueológico y antropológico, la ciudadanía puede ahora conocer una pieza más auténtica de su pasado. En el acceso del museo, esa ventana ya no es la tumba de un fraile europeo, sino un homenaje a la memoria indígena que habitó Cuernavaca antes de la Conquista. Este nuevo relato, apoyado en la ciencia y las fuentes revisadas, amplía el interés por nuestra historia nacional y preserva un legado ancestral único.

Fuente: www.cronista.com

 

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